Con la ayuda de un proyector y unas hojas de otoño de diferentes colores, tamaños y texturas, transformamos las paredes de clase en un bosque lleno de colores y formas.
Los niños y niñas exploraron cómo la luz atraviesa unas hojas sí y otras no, descubriendo detalles que a simple vista pasan desapercibidos: nervaduras, transparencias y tonalidades únicas. A través del juego, se convirtieron en pequeños científicos, artistas y soñadores.
La actividad nos permitió trabajar la observación, la curiosidad científica, la creatividad y, sobre todo, el asombro por la naturaleza. Porque cuando la luz se une a la imaginación de los niños, ¡el aprendizaje se vuelve pura magia!
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